1/24/2012

QUIEN ENDEMONIA A QUIEN.

En contraste con la exuberante demonología del judaísmo, los evangelistas tratan el tema con mucha sobriedad.
El diablo aparece poquísimo en los evangelios, que no registran ningún caso de posesión por parte de Satanás, sino sólo por parte de los demonios, definidos también como "espíritus impuros".
A excepción del evangelio de Juan, donde no aparece ningún caso de endemoniado, los evangelistas aplican la categoría de posesión demoníaca a aquellos impedimentos interiores (prejuicios, ideologías, intereses) que dominan al hombre y lo vuelven refractario al proyecto de Dios.
Estos obstáculos son individuados por los evangelistas en la tradición religiosa y en la doctrina oficial, impuesta por los escribas y practicadas por los fariseos.
La primera vez que Jesús se encuentra frente a un endemoniado es, por cierto, en un ambiente dominado por la institución religiosa: la sinagoga.
Jesús, huido de la sinagoga de Nazaret, donde han intentado matarlo (Lc 4,16-30), trata de exponer de nuevo su mensaje en la de Cafarnaún (Lc 4,31-37).
Al contrario que en Nazaret donde la escucha de sus palabras había provocado un furor homicida, en Cafarnaún se produce una explosión de entusiasmo por parte de la gente que se siente finalmente liberada, "impresionada por su enseñanza, porque hablaba con autoridad".
Hablar con "autoridad" era prerrogativa exclusiva de los escribas, los únicos que habían recibido oficialmente por mandato divino la potestad de enseñar la Escritura.
Con su enseñanza, Jesús desmiente esta pretendida autoridad de los escribas que no sólo no hacen que se conozca la palabra de Dios, sino que la sustituyen por una miserable "componenda de usos humanos" (Is 29,13), haciendo pasar de contrabando doctrinas que son "preceptos humanos" por el único mandamiento de Dios (Mt 15,9).
Pero hay uno que no soporta la reacción entusiasta del auditorio: "un hombre que tenía un espíritu, un demonio inmundo y se puso a gritar a grandes voces: ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?"
¿Quién se siente amenazado de destrucción por las palabras de Jesús?
El evangelista resalta pretendidamente la extrañeza de una sola persona anónima ("un hombre") que habla en plural en defensa de una clase ("contra nosotros").
La enseñanza de Jesús no se había dirigido contra ninguno, pero fue la reacción positiva de la gente la que arrojó el descrédito sobre el prestigio de los escribas, dejando claro a todos que éstos no tenían ningún mandato divino. Jesús, enseñando "con autoridad, no como los letrados" (Mc 1,22), destruye de raíz toda su autoridad.
El endemoniado se siente amenazado por el mensaje de Jesús: junto con el prestigio de los escribas, la enseñanza del Señor destruye también las certidumbres del poseído, fundadas en la obediencia a aquellas autoridades que ha considerado siempre expresión de la voluntad divina.
Defendiendo la fe en las instituciones religiosas, el poseído defiende su misma fe.
El "grito fuerte" del endemoniado amplifica la alarma lanzada por las autoridades: "¿Qué hacemos?, porque ese hombre realiza muchas señales. Si lo dejamos seguir así, todos van a darle su adhesión..." (Jn 11,47-48).
El mensaje de Jesús desenmascara a los escribas y fariseos: son las autoridades religiosas y espirituales las que endemonian al pueblo, haciéndole adherirse a una enseñanza que no viene de Dios.
Los escribas y fariseos no sólo no entran en el reino de Dios y no dejan entrar a los que quieren entrar en él (Mt 23,13), sino que arrastran a la perdición a cuantos creen y obedecen su doctrina y los hacen "dignos del fuego" el doble que ellos (Mt 23,15).
Mientras la enseñanza religiosa de los escribas tendía a someter al hombre, privándolo de la capacidad de juicio y de libertad, el mensaje de Jesús hace al hombre libre y le descubre nuevas posibilidades y capacidades de amor.
Por esto la palabra de Jesús, más eficaz que las numerosas palabras de los escribas, obtiene el efecto de liberar al poseído "sin hacerle ningún daño".
Éste creía que el abandono de la Ley habría sido la causa de todos los males y experimenta al contrario que el mal consistía justamente en la sumisión a la Ley.
Las modalidades de la liberación del poseído causan todavía más admiración por parte de todos los presentes que unánimemente la atribuyen a la "palabra" de Jesús. ("¿Qué palabra es ésta?"), considerada eficaz no sólo para el caso presente, sino capaz de expulsar a todos los "espíritus inmundos".
Jesús ha conseguido poner en práctica en la sinagoga de Cafarnaún aquello que solamente había podido anunciar en la de Nazaret: "Me ha enviado... a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos" (Lc 4,18).
Y la gente experimenta que la fuerza contenida en el mensaje de Jesús es capaz de liberar de los condicionamientos creados por la religión que impiden descubrir el verdadero rostro del Padre a toda persona esclava.

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