1/16/2012

LA CORTE DEL ZOMBI.

Herodías está furibunda.
Un fanático salvaje predicador está a punto de hacer saltar por tierra su plan fatigosamente llevado a cabo.
Se había casado con uno de los hijos de Herodes el Grande, Filipo, un buen hombre sin ninguna ambición.
Éste, acusado de complot y desheredado, se había ido con su familia a Roma donde llevaba una vida de simple ciudadano.
Demasiado poco para la ambiciosa Herodías, que soñaba con una existencia más agitada de la que le permitía su gris marido.
La oportunidad le vino con ocasión de una visita a Roma de su cuñado, Herodes Antipas, de cincuenta años.
Amante del lujo como su padre, había heredado de él una "tetrarquía" (la cuarta parte del reino) que abarcaba las regiones de Galilea y Perea.
Herodías, consciente de no poder perder esta ocasión para cambiar de marido, seduce y conquista a su cuñado.
Abandonado Filipo y repudiada por Herodes su legítima mujer, Herodías se instala felizmente en la corte.
Para Herodes esta mujer será el principio de sus desdichas y total ruina: ya sólo para comenzar, el suegro, Aretas, rey de los nabateos, se vengará del ultraje sufrido por su hija aniquilándole su ejército (Ant 18,9-10).
A continuación, empujado por la insaciable Herodías, que ya se veía de reina, a pedir al emperador Calígula la ansiada corona de "rey" (en lugar de contentarse con el simple título de "tetrarca"), Herodes será depuesto por Calígula y enviado al exilio a Lión en las Galias (39 d.C), donde será matado poco después por orden del mismo emperador.
Pero ahora el peligro para Herodías está representado por Juan Bautista, que denuncia a Herodes por haber actuado contra la Ley de Dios: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano".
Juan no reprocha a Herodes haber repudiado a la primera mujer o ser polígamo (hechos permitidos por la Biblia), sino haber tomado por mujer a lamujer de su hermano, en contra de la expresa prohibición del libro del Levítico (20,21).
La ira y el miedo de Herodías se deben al hecho de que no sólo Herodes considera a Juan un hombre "justo y santo", escuchándolo con gusto, sino que para protegerlo de las intrigas de su mujer lo ha recluido en la cárcel de su palacio (según Flavio Josefo, la fortaleza de Maqueronte junto al Mar Muerto, Ant. 18,5,2).
Finalmente llegó para Herodías el día propicio para desembarazarse del incómodo profeta ("quería quitarle la vida, pero no había podido") "cuando Herodes por su aniversario dio un banquete". El término griego utilizado por los evangelistas para indicar este día no es el de "cumpleaños", sino otro vocablo que indica la conmemoración del nacimiento de una persona ya difunta.
La elección de los evangelistas es intencionada. Herodes que representa el poder, la esfera de la muerte, aunque, físicamente vivo, está ya muerto, y cuando cumple años no puede añadir vida sino sólo muerte sobre muerte.
En el día siniestro de su cumpleaños-aniversario fúnebre, Herodes ofrece una cena "a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea", la acostumbrada fauna de enanos y bailarinas que, obsequiosa, rodea desde siempre a los poderosos de turno que, conscientes de no ser amados, gustan de ser adulados.
Durante la fiesta sucede un hecho inaudito para una corte oriental: la hija de Herodías se pone a bailar para los comensales.
La danza de una princesa no tiene precedentes en aquel mundo, por cuanto eran sólo las bailarinas-prostitutas las que bailaban durante los banquetes.
Herodías, que, para conservar el poder alcanzado considera lícito cualquier medio, no duda en prostituir a su propia hija que es poco más que adolescente: los evangelistas la presentan con un término griego que indica una muchacha en edad casadera, hecho que tenía lugar en el mundo hebreo entre los doce o trece años de edad.
La escena del banquete resalta un modelo querido por la literatura judía, el de Ester y del rey Asuero.
Pero mientras Ester seduce al rey para salvar al pueblo de la muerte (Est 5-7), Herodías prostituye a su hija para asesinar a un inocente.
Herodes está satisfecho: ha ofrecido a sus comensales un espectáculo impensable en las otras cortes orientales y digno de la gran Roma.
Aunque princesito de provincia, se siente ya un gran rey que puede disponer de su reino y promete a la muchacha: "Pídeme lo que quieras, que te lo daré".
Una fanfarronada.
Herodes es una nulidad, un simple administrador de un territorio no suyo, sino de los conquistadores romanos, del que no tiene ni siquiera poder para ceder ni un palmo de terreno: con singular ironía, el evangelista Marcos, desde este momento en adelante, lo llamará siempre "el rey".
De hecho Herodes Antipas no es sino un mediocre príncipe de poca monta que Jesús define como "zorro" (Lc 13,22), animal que en la cultura hebrea no representa la astucia sino la insignificancia.
La "hija de Herodías", sin identidad ni personalidad, tiene que preguntar a la madre qué es lo que quiere, y Herodías tiene ya preparada la petición que debe hacer al marido: "la cabeza de Juan Bautista".
La hija, dispuesta a todo con tal de complacer a su madre, va precipitadamente a Herodes ("entró ella enseguida adonde estaba el rey") y transmite la petición de la dulce mamaíta; y con un añadido propio relativo al modo ("ahora mismo... en una bandeja"), ordena terminantemente: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan Bautista".

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