8/02/2013

LOS DOS MAESTROS (Jn 3,1-21).Nicodemo.



En el evangelio de Juan hay dos personajes que son calificados como -maestros-: Nicodemo (Jn 3,10) y Jesús (Jn 13,14). 

Si el título es idéntico, su enseñanza es lo más distinta que se pueda imaginar. 

Nicodemo, fariseo, enseña la observancia de la Ley como signo de obediencia a Dios; Jesús, el servicio como la única forma de amor que hace asemejarse al Padre. 

Era inevitable que entre estos dos maestros no pudiese haber entendimiento alguno. La única vez que se encuentran los dos cara a cara es polémica. 

El encuentro sucede en Jerusalén con ocasión de la Pascua, cuando Jesús «echó a todos del templo» (Jn 2,15). 

Jesús pretende con esta acción abolir para siempre cualquier forma de culto orientado a obtener el favor de Dios, porque el amor del Padre se concede gratuitamente (Mt 10,8). 

El gesto de Jesús no es comprendido ni por los discípulos, que ven en él un celoso reformador de las instituciones religiosas, ni por los que de modo entusiasta, le dan su adhesión. “Jesús no se confiaba a ellos, por conocerlos a todos; no necesitaba que nadie lo informase sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro» (Jn 2,24-25). 

Entre aquellos que, habiendo entendido mal el gesto de Jesús, se acercan a él “había un hombre del grupo fariseo, de nombre Nicodemo, jefe entre los judíos” (Jn 3,1). 

Presentando a Nicodemo como “un hombre”, el evangelista lo pone inmediatamente en relación con aquellos de los que Jesús no se fiaba, porque  “conocía lo que el hombre llevaba dentro» (Jn 2,25). 

Antes incluso de dar su nombre, se subraya la pertenencia de Nicodemo al grupo de los fariseos. Entre éstos, observantes de la Ley, y Jesús existe una incompatibilidad total, la misma que hay entre la «ley dada por medio de Moisés y el amor y la lealtad que vino por medio de Jesús Mesías” (Jn 1,17). 

Finalmente el evangelista da a conocer el nombre de este fariseo, Nicodemo, que significa en griego “vencedor (nikô) del pueblo” (dêmos). Calificado por Juan como “uno de los jefes de los judíos”, Nicodemo tiene un nombre que alude al alto cargo que desempeñaba como miembro del sanedrín. 

Al corriente de cuanto ha sucedido en el Templo, Nicodemo se llega a Jesús “de noche” (Jn 3,2). 

La indicación no quiere ser cronológica, sino teológica. 

La “noche”, en el evangelio de Juan, es imagen de las tinieblas que intentan sofocar la luz traída por el Señor. Cada vez que el evangelista señala que era “noche”, es para indicar una situación bajo el signo de la incomprensión o de la hostilidad hacia Jesús, como en el momento de la traición de Judas, que “salió en seguida; era de noche» (Jn 13,30). 

Nicodemo, que sabe que representa la categoría de los fariseos, se vuelve a Jesús hablando en plural (“Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro», (Jn 3,2). 

Sabe que Jesús es un «Maestro», esto es, el que enseña la perfecta obediencia a la Ley como vía para instaurar el reino de Dios. En su respuesta, Jesús hace comprender a Nicodemo que no ha entendido nada: “Sí, te lo aseguro: Si uno no nace de nuevo, no puede vislumbrar el reino de Dios» (Jn 3,3). 

Nicodemo es, indudablemente, una persona de buena fe, que cree en el valor de la Ley, pero la honradez y la justicia personales no le bastan para vislumbrar el reino de Dios. 

Cuantos permanecen bajo la esfera de la obediencia a la Ley, no sólo no entrarán en el reino de Dios, sino que tampoco serán capaces de comprender su naturaleza. Para entenderlo hay que cortar radicalmente con el pasado y, sobre todo, con la pertenencia al grupo de poder que Nicodemo representa. 

Pero él, fariseo y miembro del sanedrín, no puede aceptar la necesidad de una ruptura completa con la propia tradición.

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