2/08/2012

SANEDRÍN Y SOBORNOS.

MT 28.

La tradición iconográfica de Pascua consagra la imagen de Jesús resucitado que sale victorioso del sepulcro con el estandarte de la cruz en mano, con alborozo de ángeles y terror de guardias.
Esta fantasiosa descripción, contenida en un apócrifo del siglo II (Evangelio de Pedro, 36-40), está ausente de los cuatro evangelios reconocidos como auténticos por la Iglesia.
Los evangelistas no describen el momento de la resurrección de Jesús, sino solamente lo acaecido después: si ninguno ha sido testigo de la resurrección, todos pueden serlo de Jesús resucitado.
En el evangelio de Mateo, son dos mujeres las protagonistas del encuentro con el resucitado, "María Magdalena y la otra María" (madre de Santiago y de José), ya presentadas como las que "habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo" y testigos de la crucifixión y sepultura (Mt 27,55-56).
Mientras las dos discípuloas están junto al sepulcro, "la tierra tembló violentamente, porque el ángel del Señor bajó del cielo y se acercó, corrió la losa y se sentó encima".
"El ángel del Señor", expresión con la que se indica la acción de Dios mismo cuando se comunica con la humanidad (Éx 3,2-6), ha aparecido ya al comienzo del evangelio de Mateo para anunciar la vida de Jesús y luego para defenderla de la trama homicida de Herodes (Mt 1,20-24; 2,13).
Esta tercera intervención suya tiende a confirmar que la vida, cuando procede de Dios, es indestructible.
El terremoto que acompaña su venida es uno de los signos que en el Antiguo Testamento precedían a la manifestación de Dios: en el libro del Éxodo está escrito que antes de que Yahvé descendiese sobre el Sinaí, "toda la montaña temblaba" (Éx 19,18).
También este terremoto precede a una revelación divina, como cuando Jesús expiró y "la tierra tembló" (Mt 27,51): en la muerte de Jesús se había revelado todo el amor de Dios, en la resurrección se manifiestan las consecuencias de su amor fiel.

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