2/13/2012

SACERDOTES DEL DIOS "MAMMÓN"

Mientras las mujeres van a llevar un anuncio de vida, también los guardias llevan un mensaje, pero de muerte: las mujeres van a los discípulos, que ahora por primera vez Jesús llama sus "hermanos", por cuanto "cumplen la voluntad del Padre" (Mt 12,50); los guardias van a sus enemigos, aquellos que cumplen los deseos de su padre, el diablo, "homicida desde el principio" (Jn 8,44).
"Los sumos sacerdotes se reunieron con los senadores, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una suma considerable, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo calmaremos y os sacaremos de apuros".
Aquéllos, tomada la considerable suma de dinero, "siguieron las instrucciones. Por eso corre esta versión entre los judíos hasta el día de hoy".
Los guardias eran romanos al servicio del gobernador. Eran los dominadores de Palestina: y sin embargo los conquistadores fueron conquistados por la "suma considerable".
Dispuestos a traicionar al gobernador, a jurar en falso, los guardias, con tal de embolsarse unas pocas monedas, son en realidad mercenarios prontos a venderse a quien más ofrezca.
El episodio de los guardias comprados se narra solamente en el evangelio de Mateo, donde el dinero aparece siempre con una luz siniestra y como instrumento de muerte de parte del rival de Dios, Mammón, el dios-lucro.
Con el dinero los sumos sacerdotes se habían apoderado de Jesús, traicionado y vendido por Judas, y con el dinero ahora intentan impedir el anuncio de la resurrección.
Jesús había dicho que no era "posible servir a Dios y a Mammón".
Si de cara a esta alternativa "los fariseos, que eran amigos del dinero, se burlaban de él" (Lc 16,13-14), los sumos sacerdotes habían elegido sin duda a qué dios servir.
Ellos son sacerdotes de Mammón, el dios falso que oprime y comunica muerte.
Quien tiene por dios el dinero no puede ser testigo de la resurrección, sino sólo su negador.
Judas, por dinero, ha traicionado a su maestro, pero los sumos sacerdotes con el dinero han traicionado a Dios.
Los sumos sacerdotes y fariseos esconden la verdad para mantener sus propios privilegios, definen a Jesús "un embustero" y a la resurrección como "una impostura" (Mt 27,63-64), incurriendo en lo que se define en los evangelios como "calumnia contra el Espíritu" (Mt 12,31-32).
El sanedrín, que se había reunido ya para dar muerte a Jesús (Mt 26,3.59; 27,1.7.62), lo hace ahora para impedir la noticia de la resurrección.
Y el evangelio de Mateo se cierra con el pretendido contraste entre "enseñanzas": mientras las últimas palabras de las autoridades religiosas son las instrucciones dadas a los guardias para ocultar la vida del resucitado, la última enseñanza de Jesús a sus discípulos se dirige a comunicar vida indestructible a la humanidad entera: "Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo" (Mt 28,19).

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