7/12/2011

LOS CUERNOS DE URÍAS.

En la Biblia existen numerosas expresiones idiomáticas que no tienen el significado que parecen presentar literalmente.

Derramar aceite sobre la cabeza (Sal 23,5) equivale a perfumar y echar las sandalias (Sal 60,10), a conquistar. A montonar carbones encendidos sobre la cabeza de alguien (Rom 12,20) no significa quemarlo, sino sacarle los colores a la cara, avergonzarlo.

~acarías anuncia al Liberador esperado con la expresión b,íbhca un cuerno de salvación (Le 1,69), donde el cuerno, símbolo de fuerza, tiene el significado de potente y se refiere a la fuerza de Dios (Sal 18,3).

Cuando estos criterios no se tienen presentes en la traducción, el texto resulta ininteligible.

El lector ordinario, que no tiene por qué conocer todos estos giros lingüísticos, encontrará incompresible la invitación que hace el rey David a su oficial Urías: -Anda a casa a lavarte los pies» ( 2Sm 11 ,8).

Lavarse los pies es un eufemismo para indicar dormir con la mujer (2 Sam 11,11).

David, que -en el tiempo en que los reyes acostumbran a ir a la guerra» prefería quedarse en Jerusalén haciendo el amor, había obtenido los favores de la esposa de Urías mientras éste estaba luchando contra los amonitas (2 Sm 11',1).

Llamado de nuevo, Urías a Jerusalén, el rey David intenta atribuirle la paternidad del niño que espera Betsabé.

Dado que Urías, cornudo pero no estúpido, rechaza lavarse los pies, David no tiene otra salida que asesinarlo (2Sm 11,14-17).

Un claro ejemplo de cómo una expresión puede ser comprendida sólo si se la sitúa en su contexto cultural, se encuentra en el bautismo de Jesús.
Juan anuncia la llegada de Jesús como aquél del que no es digno de desatar la correa de la sandalia (In 1,27).

En la cultura occidental la expresión puede parecer un ejemplo piadoso de humildad por parte de Juan Bautista.
El contenido de la frase es, en realidad, mucho más rico.

La fórmula desatar la correa de la sandalia pertenece a las normas jurídicas que regulaban el matrimonio hebreo, y se refieren a la ley del Levirato (del latín leuir, cuñado), institución que se encargaba de conservar el patrimonio del clan familiar (Dt 25,5-10).

Cuando una mujer se quedaba viuda sin haber tenido hijos, el cuñado tenía la obligación de fecundarla (Gn 38). El niño nacido de esta unión debería llevar el nombre del marido difunto.

Si el cuñado se negaba, el pariente jurídicamente más próximo, adquiría el derecho de dejar embarazada a la viuda mediante la ceremonia llamada del descalce, que consistía en quitar la sandalia del pie del que tenía el derecho a hacerla (Rut 4,7-8).

Conociendo este contexto cultural, la expresión usada por el Bautista se inserta en la simbología hebrea de la relación matrimonial entre Dios-esposo e Israel-esposa (Os 2).

Juan, de quien el pueblo creía que era el Mesías esperado (In 1,19-20) afirma que el derecho a fecundar a Israel no le pertenece; él no es el esposo, sino Jesús (In 3,29-30).

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